lunes, octubre 30, 2006

Connecting people


Así son las cosas, resulta que un día los mismos que descubren a plutón y le otorgan el status de “planetario”, al cabo de algo más de setenta años, lo han degradado a la categoría de roca errabunda, o de “planeta enano”, que suena mucho peor. Ninguna sonda espacial lo ha visitado, esperamos que lo haga la misión New Horizons allá por el 2015, y será entonces cuando Plutón vuelva a darnos alguna sorpresa. Las cosas cambian según la distancia de donde las miramos. A mi Plutón siempre me ha parecido un pequeño sol más que un excéntrico planeta. Es amarillento y con un orgulloso aire estelar. A pesar de que la noticia ya pronunciada hace unos cuantos días, Plutón ha ocupado mucho espacio en los medios de comunicación, pero es de esas noticias que nos distraen pero que, en realidad, ni nos v
an ni nos vienen, por lo que la podemos escuchar con cierta curiosidad desapegada. Vivimos en un mundo cuyos avances científicos y técnicos han sido espectaculares desde la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días, pero los seres humanos habitamos la tierra sin mirar al cielo. No nos importa nada de lo que ocurra más allá de la atmósfera, ni siquiera lo que sucede dentro de ella por no decir más allá de la puerta de nuestra casa. La mayoría no tenemos ni idea de qué lugar ocupa nuestro planeta en el universo, no sabemos o no recordamos que la estrella vecina más cercana a nosotros es Próxima Centauro, ni que el sol es una estrella enana bastante vulgar entre los diez mil millones de soles que forman la Vía Láctea, que a la vez es nuestro barrio suburbial, en esa gigantesca ciudad que es el universo. Gracias a que vivimos en los bordes de Virgo, podemos tener un poco de tranquilidad. Nosotros estamos en un barrio residencial del universo. Hasta en eso somos afortunados. No apreciamos del todo nuestra suerte y solemos pasar la existencia concentrados en lo pequeño. Solo somos polvo y sombra de estrellas. Eso sí: gracias a la TV, la PDA, la telefonía móvil, los SMS, el MSN, la WEB, al menos estamos conectados. Pero … ¿conectados a qué?

REM - Man On The Moon

lunes, octubre 23, 2006

About sex


De un informe publicado hace algun tiempo de la University College se deduce que las parejas que tienen relaciones menos de cuatro veces al mes son, a medio y largo plazo, víctimas de problemas sexuales. ¡Oh, sí! La frecuencia es motivo de alarma - ¿No debería preocupar antes la calidad que la cantidad? ¿Acaso esa confianza es garantía de deseo perdurable? ¿El amor y deseo no son lo mismo? ¿Se puede amar a quien no se desea y desear a quien no se ama? ¿O poder amar y desear a la vez? ¿Sólo se puede desear lo que no se tiene como una posesión segura? Perseguir el éxito en todos los frentes deja a las mujeres exhaustas, pero la pérdida de la libido también obedece a otros condicionantes: la mujer exige hoy complicidad. Vivimos en una sociedad cuyo imperativo es ser feliz aquí, hoy y para siempre, y en la que no se asume bien que el paso del tiempo acabe con el deseo hacia la pareja. El sexo está de moda. Y por otro lado, la era del look no deja de vender sexo atractivo, pero pocos asumen que es un sexo extraordinario y que requiere un esfuerzo convertirlo en frecuente realidad.

domingo, octubre 15, 2006

Haz el amor y no la guerra


La relación entre amor y sufrimiento no es universal, por fortuna, pero me pregunto por qué en Occidente seguimos legitimando la sinrazón en una historia de amor, como si sus protagonistas, al estilo de los personajes de Flaubert o de Sade, no gozaran si no hay dificultad, o lo que es peor, si no hay tortura. Quien bien te quiere te hará llorar, dice el refranero, que a pesar de su rancia sabiduría, también se equivoca. Imagino que a lo largo de la historia, distintas generaciones de hombres y mujeres aturdidos ante su intercambio emocional se han preguntado por qué demonios la pasión amorosa llega con sus trompetas de felicidad y se va arrugando, con una fuerza devastadora. El exceso de amor se asocia con un estado sublime, se poetiza, resulta inspirador y permisivo. Pero cuando no se abriga de libertad y de respeto, el sentimiento amoroso se deforma y se convierte en otra cosa. Parte de una vieja construcción, heredada de la antigua Grecia, donde se forjó el mito de la pasión como una deseada y temible forma de locura. El enamoramiento se presentó con su naturaleza dual y su juego de contrarios: creación y destrucción, exaltación y desdicha. Eros y thanatos. Salvo excepciones, como los estoicos y Proust, que decía que el amor era una mala suerte, la idealización de este sentimiento ha sido una constante en la ficción y en la realidad con mayor tendencia al drama que a la comedia. Es verdad que hay poca literatura del amor feliz mientras abundan los relatos trágicos. La raíz podrida que vincula a muchas parejas sigue alumbrando concepciones equivocadas del amor, confundiendo el vínculo afectivo con la dependencia. Este verano la cifra de asesinatos por violencia sexista ha aumentado de forma preocupante: no basta con una ley integral que reconozca la existencia del dominio del sexo masculino sobre el femenino, no basta con el incremento del castigo penal, ni con las órdenes de alejamiento. La pedagogía del amor es el primer andamio que se debería revisar, por su estado defectuoso. No se puede seguir considerando los asesinatos de mujeres - y de una minoría de hombres- como crímenes pasionales en lugar de abusos de poder que nacen del odio y la ira al sentir que lo están perdiendo. Este calificativo aún aparece en las portadas de algunos periódicos españoles, que tratan por igual una reyerta callejera que un caso específico de violencia sexista. Como una noticia de sucesos, con la consabida pregunta a los vecinos, que siempre dicen que el asesino era un tipo normal. Y yo me pregunto: ¿qué tiene que ver la velocidad con el tocino? Nadie mata ni golpea por amor, sino por violencia, incapaces de controlar sus instintos fieros y cavernarios. Las palabras no son inocentes.


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Ser madre


Hay percepciones, actitudes, sentimientos a los que sólo se puede acceder de la mano de un hijo. Tomar conciencia de ello me fascina y a la vez me aturde. Sientes cómo una danza hormonal te invade con sus cuerpos extraños. No deja de ser chocante cómo en tu patrimonio privado se introducen con pasmosa naturalidad pañales, arrullos, biberones... Te acuerdas de las madres que en el Tercer Mundo paren en el más ruin abandono, sin luz, sin médico, solas en su gemido. Otras han renunciado a ascensos y puestos de responsabilidad porque un aguijón en las tripas les ha impedido compatibilizarlo. Habría sido un acto de traición haber aislado la experiencia de parir del resto de mi paisaje, haber anestesiado las entrañas. Ser madre te convierte en activa militante de la felicidad de cada niña o niño que se cruce en tu vida. Son los auténticos vips, sabios personajes que se acercan al futuro en su gesto más leve, en su mirada más furtiva, en el cristal de su inocencia. Y debo convertirme en activa militante de su felicidad porque los paridos a dos velas, y sin apenas llanto, demasiado puros y hermosos, demasiado jóvenes para familiarizarse con el terror, no tienen portavoz que hable en su nombre. Se van acostumbrando. A pasar mucha hambre, a llorar sin consuelo, a dormir bajo la tormenta, a sentir el cuerpo helado de un padre que lo abraza en un último aliento, desesperado incapaz de justificar ese destino.


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lunes, octubre 09, 2006

Al ratón no le gusta el queso


Queda claro de que a la premisa a los ratones les gusta el queso es una mera creencia popular. Los ratones han evolucionado completamente sin apenas contacto con el queso ni con nada que se le parezca. Los ratones se sienten atraídos por el olor, la textura y el gusto de los alimentos conocidos, y el queso no está a su alcance en su medio ambiente natural, por lo que no es algo que le atraiga.
Con estas palabras el señor Monzó, nos invita a la reflexión sobre la relación de esta noticia y la conversión del género literario de Spencer Jonson ¿Quién se ha llevado mi queso? en ahora, algo metafórico.
El mundo está en constante evolución, no puedes dar nada por sentado y más vale que nos adaptemos rápidamente a los cambios, sin añorar lo que fue y ya no es.
La adaptación es el proceso por el cual tenemos que pasar las personas para modificar nuestros patrones de comportamiento para ajustarnos a las normas imperantes en el medio social en el que se mueve. Al adaptarse, abandonamos hábitos o prácticas que formaban parte de su comportamiento, pero que están negativamente evaluadas en el ámbito al que deseamos integrarnos, y eventualmente adquiere otros en consonancia con las expectativas que se tienen en nuestro nuevo rol. Como la mayoría de las personas, no me gusta el cambio. Algo a enfrentar lo desconocido me hace sentir muy incómoda. La mayoría preferimos mantener las cosas como están porque ya sabemos lo que nos espera y cómo lidiar con ello.
Yo misma, en el momento de decir que todo cambia, ya he cambiado.
Todos los cambios, aún los más anhelados, tienen su melancolía, pues lo que dejamos es una parte de nosotros mismos. No pretendo meterme en ningún camino que no sepa donde me va a llevar, pero sé que a buen destino guía, y por ello no quiero detenerme por nada ni por nadie.

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jueves, octubre 05, 2006

A partir de hoy seré otra. O mejor no.


Querido diario, quizás ha llegado el momento de poner en fila india todos los buenos propósitos o para recuperar la lista y romperla. Esa es la cuestión. En septiembre es normal en mí empezar con esos siempre buenos objetivos, pero esta vez, el mes no ha sido común. En septiembre es para mi cuando realmente empieza el año, lo de las uvas es solo un ritual. Pero muchas veces, cuando llega el mes de octubre es normal también en mí abandonarlo casi todo. Así que podría pensar que lo mejor, es no empezar, pero tengo que hacerlo. Si muchos de nosotros durante este período decidiéramos cambiar de vida, estaríamos contribuyendo a la economía del monologuista. Os habéis fijado que si te vas al kiosco por estas épocas vuelvas a casa en carretilla? Que si con el periódico te dan la colección de las mini sillitas, con las revistas de moda el especial de temporada colecciones Pret a Porter, con la otra el primer tomo de la enciclopedia de cultivo de peras, el álbum de cromos de la nueva liga, el de la Barbie, el de Cars… a mi lo de exponer una colección de dedales de porcelana en la estantería de la cabecera de la cama pues como que no me inspira mucho!
Pues uno de mis nuevos propósitos, por muy anecdótico que os parezca, debido a que ya no cuento con mi motivador personal trainner, ha sido sentir el impulso de iniciarme en el Body Combat. Harta de ser el sexo débil, en busca de un plus de emoción o aburrida de las típicas clases de aeróbic, he empezado mis dosis en esta nueva rutina, un deporte hasta hace poco reservado al sexo masculino. Ahora pueden verse coletas, uñas de los pies pintadas y tops en los entrenamientos de boxeo o kickboxing. La capoeira, el arte marcial brasileño, ha hecho furor entre el sector femenino por la atractiva mezcla de lucha, baile y acrobacia. Pues dar puñetazos y patadas me hace sentir como nueva. Últimamente se ha armado un poco de revuelo cuando hemos sabido que Plutón ha dejado de ser un planeta para convertirse en un simple peñasco interestelar de órbitta enloquecida, así son las cosas un día lo descubrieron al igual que yo, hoy he descubierto mi nueva afición.
¡Cuidado por que dicen que Lara Croft anda suelta!


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domingo, octubre 01, 2006

Hormiga: Imagen y semejanza


Érase una vez la última hormiga de la caravana, que no pudo seguir la ruta de sus compañeras. Un terrón de azúcar había resbalado desde lo alto, quebrándose en varios terroncitos. Uno de éstos le interceptaba el paso. Por un instante la hormiga quedó inmóvil sobre el papel color crema. Luego, sus patitas delanteras tantearon el terrón. Retrocedió, después se detuvo. Tomando sus patas traseras como casi punto fijo de apoyo, dio una vuelta alrededor de sí misma en el sentido de las agujas de un reloj. Sólo entonces se acercó de nuevo. Las patas delanteras se estiraron, en un primer intento de alzar el azúcar, pero fracasaron. Sin embargo, el rápido movimiento hizo que el terrón quedara mejor situado para la operación de carga. Esta vez la hormiga acometió lateralmente su objetivo, alzó el terrón y lo sostuvo sobre su cabeza. Por un instante pareció vacilar, luego reinició el viaje, con un andar bastante más lento que el que traía. Sus compañeras ya estaban lejos, fuera del papel, cerca del zócalo. La hormiga se detuvo, exactamente en el punto en que la superficie por la que marchaba, cambiaba de color. Las seis patas hollaron una N mayúscula y oscura. Después de una momentánea detención, terminó por atravesarla. Ahora la superficie era otra vez clara. De pronto el terrón resbaló sobre el papel, partiéndose en dos. La hormiga hizo entonces un recorrido que incluyó una detenida inspección de ambas porciones, y eligió la mayor. Cargó con ella, y avanzó. En la ruta, hasta ese instante libre, apareció una colilla aplastada. La bordeó lentamente, y cuando reapareció al otro lado, la superficie se había vuelto nuevamente oscura porque en ese instante el tránsito de la hormiga tenía lugar sobre una A. Hubo una leve corriente de aire, como si alguien hubiera soplado. Hormiga y carga rodaron. Ahora el terrón se desarmó por completo. La hormiga cayó sobre sus patas y emprendió una enloquecida carrerita en círculo. Luego pareció tranquilizarse. Fue hacia uno de los granos de azúcar que antes había formado parte del medio terrón, pero no lo cargó. Cuando reinició su marcha no había perdido la ruta. Pasó rápidamente sobre una D oscura, y al reingresar en la zona clara, otro obstáculo la detuvo. Era un trocito de algo, un palito acaso tres veces más grande que ella misma. Retrocedió, avanzó, tanteó el palito, se quedó inmóvil durante unos segundos. Luego empezó la tarea de carga. Dos veces se resbaló el palito, pero al final quedó bien afirmado, como una suerte de mástil inclinado. Al pasar sobre el área de la segunda A oscura, el andar de la hormiga era casi triunfal. Sin embargo, no había avanzado dos centímetros por la superficie clara del papel, cuando algo o alguien movió aquella hoja y la hormiga rodó, más o menos replegada sobre sí misma. Sólo pudo reincorporarse cuando llegó a la madera del piso. A cinco centímetros estaba el palito. La hormiga avanzó hasta él, esta vez con parsimonia, como midiendo cada paso. Así y todo, llegó hasta su objetivo, pero cuando estiraba las patas delanteras, de nuevo corrió el aire y el palito rodó hasta detenerse diez centímetros más allá, semicaído en una de las rendijas que separaban los tablones del piso. Uno de los extremos, sin embargo, emergía hacia arriba. Para la hormiga, semejante posición representó en cierto modo una facilidad, ya que pudo hacer un rodeo a fin de intentar la operación desde un ángulo más favorable. Al cabo de medio minuto, la faena estaba cumplida. La carga, otra vez alzada, estaba ahora en una posición más cercana a la estricta horizontalidad. La hormiga reinició la marcha, sin desviarse jamás de su ruta hacia el zócalo. Las otras hormigas, con sus respectivos víveres, habían desaparecido por algún invisible agujero. Sobre la madera, la hormiga avanzaba más lentamente que sobre el papel. Un nudo, bastante rugoso de la tabla, significó una demora de más de un minuto. El palito estuvo a punto de caer, pero un particular vaivén del cuerpo de la hormiga aseguró su estabilidad. Dos centímetros más y un golpe resonó. Un golpe aparentemente dado sobre el piso. Al igual que las otras, esa tabla vibró y la hormiga dio un saltito involuntario, en el curso del cual, perdió su carga. El palito quedó atravesado en el tablón contiguo. El trabajo siguiente fue cruzar la hendidura, que en ese punto era bastante profunda. La hormiga se acercó al borde, hizo un leve avance erizado de alertas, pero aún así se precipitó en aquel abismo de centímetro y medio. Le llevó varios segundos rehacerse, escalar el lado opuesto de la hendidura y reaparecer en la superficie del siguiente tablón. Ahí estaba el palito. La hormiga estuvo un rato junto a él, sin otro movimiento que un intermitente temblor en las patas delanteras. Después llevó a cabo su quinta operación de carga. El palito quedó horizontal, aunque algo oblicuo con respecto al cuerpo de la hormiga. Esta hizo un movimiento brusco y entonces la carga quedó mejor acomodada. A medio metro estaba el zócalo. La hormiga avanzó en la antigua dirección, que en ese espacio casualmente se correspondía con la veta. Ahora el paso era rápido, y el palito no parecía correr el menor riesgo de derrumbe. A dos centímetros de su meta, la hormiga se detuvo, de nuevo alertada. Entonces, de lo alto apareció un pulgar, un ancho dedo humano y concienzudamente aplastó carga y hormiga.


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