miércoles, febrero 28, 2007

Tiempo de sardinas



Hace pocas semanas, un sábado por la mañana, escuché por la radio «A vivir que son dos días», de Àngels Barceló, dentro del espacio de entrevistas que conduce el cocinero Sergi Arola. Mientras me preparaba para salir de casa con la radio encendida, como si fuera lo más normal del mundo colarme por aquella misma onda que ahora escuchaba desde el otro lado, Barceló entrevistaba a una de las pocas presidentas de un club de fútbol español, Ana Urkijo, quien declaró que andaba por la vida con antena parabólica. Me chocaron esas palabras, sobre todo porque podía reconocerme en ellas, pero curiosamente me provocaban un sentimiento excesivo, de andar con una antena invisible conectada permanentemente a los estímulos de afuera, y sólo de pensarlo me agoté. Al cabo de unos minutos, Teresa, una de las integrantes de la muy seguida tertulia sobre sentimientos del programa, contó que necesitaba un tranquilizante porque llevaba una semana sin noticias del hombre al que ama. «Pienso con temor que quizá le haya pasado algo», dijo. Y enseguida visualicé una colección de horas que no corren y a las que tan sólo les confiere sentido la espera; la necesidad de crear disculpas para suavizar ese tiempo de angustia, y agarrarse a la promesa de que un día sucede a otro, de que llegará el lunes. Al final de una conversación sobre hombres y mujeres, conquistas pendientes y glamour, Àngels preguntó si cocinaba. Le respondieron con una frase prestada: «La paradoja del jamón de york y las sardinas», que incluye la catedrática María Ángeles Durán en su lúcido ensayo «El valor del tiempo, ¿cuántas horas le faltan al día?». Según su teoría, el jamón york es un alimento típico de los nuevos pobres, porque es fácil de comprar y de comer, mientras que las sardinas deben ser bien elegidas, y huelen, manchan, tienen espinas. Barceló dijo que de aquello deducía que no cocinaba y que no le parecía bien la excusa de la falta de tiempo, mientras que Sergi Arola, fiel a sus principios, aseguró que le producía gran tristeza ver cómo los individuos nos habíamos alejado de dos funciones primordiales, comer y dormir, que cada vez hacíamos peor. Mientras me sentía algo acomplejada al no poder contar a mis amigos lo bien que me sale últimamente el soufflé, me acordé del tiempo fragmentado con antena parabólica de la presidenta del Athletic de Bilbao, y del tiempo inerte y seco de Teresa, esperando una llamada. El pasado, así como la ilusión o el dolor, es un auténtico gestor del tiempo, capaz de alterar la noción del mismo. A veces veinticuatro horas parecen interminables y otras se desvanecen en un suspiro. Después de tres años estudiando sobre el tema, María Ángeles Durán demuestra cómo el tiempo es un factor económico de primer orden e invita a ponerle precio a hacer una paella o a ordenar los cajones de los calcetines. «Expropiados del tiempo, uníos», dice la profesora que podría ser una frase enérgica si su libro fuera un manifiesto.

lunes, febrero 26, 2007

¿Cómo las prefieren ellos?

¿Encontráis arrebatadora a la actriz Scarlett Johansson? Si habéis contestado que sí lo más probable es que pertenecéis al sexo masculino; si habéis contestado que no casi seguro sois mujeres. Lo digo porque he estado haciendo un pequeño muestreo por ahí y el resultado es abrumador. Para nosotras, la Johansson no es más que una "moldeadita" sin más atractivo que unos labios (demasiado bembones para mi gusto) unas caderas (anticuadamente redondas) y un aire general de niña buena como el de la vecinita de enfrente. Para vosotros, en cambio –y cito textualmente la respuesta más habitual–, es “puro sexo”. Lo más notable del caso es que varios amigos míos gays están de acuerdo con esa opinión, lo que explicaría la fascinación que ellos sienten por orondas flamencas y damas contundentes a lo Marilyn Monroe. Y es que, rindámonos de una vez a la evidencia, los hombres, todos, las
prefieren redondas, por no decir rellenitas. Sin embargo, tan mediatizados estamos por la tele y las revistas, que pensamos que los cánones de belleza son lo que vemos en las pasarelas: niñas andróginas, fusiformes, o ese otro esperpento moderno que ha surgido de los bisturíes de los cirujanos plásticos.
Me refiero a una fémina que no se parece a ningún bicho viviente sino a la muñeca Barbie. Se trata de mujeres muy estrechas de caderas pero con trasero rotundo, talla 100 de sostén y un montón de silicona extra repartida aquí y acullá a lo Pamela Anderson. Mientras tanto, nosotras, las mujeres normales, hemos creado otros modelos a los que deseamos parecernos, esencialmente de dos tipos, diría yo. Uno es el de una mujer no flaca sino esbelta, de largos brazos y piernas, y porte distinguido, como Audrey Hepburn. El segundo modelo es el de chica deportista, de piernas y brazos bien torneados, pecho firme y aire sanote. ¿Su encarnación? Cualquiera de las actuales tenistas rusas, cuyos nombres no recuerdo. Lo paradójico del asunto es que mientras las partidarias del modelo Hepburn se matan de hambre y las fans del look tenista rusa se machacan los meniscos en el gimnasio, los hombres van a su bola: aunque lo nieguen, aunque digan que les gustan las distinguidas o las rusas pura fibra, mienten: todos tienen una gordita Scarlett en su corazón.
Como mis posibilidades de emular a la Johansson son mínimas (y mis ganas de hacerlo más microscópicas aún) he buscado consuelo y explicación a este desencuentro estético en la Antropología. Y lo he encontrado. Según esta rama de la ciencia, el hecho de que los hombres se sientan atraídos por una mujer para mí tan poco atractiva, tiene una clara razón: por mucho que las modas intenten desviar los gustos, el mandato biológico es más fuerte. Y ese mandato hace que ellos se sientan atraídos por las hembras que (creen) pueden portar mejor su semilla. Mujeres de caderas anchas para mejor parir y de pechos generosos para mejor amamantar. Mujeres rellenas y de labios incitantes. A nosotras, por nuestra parte, nos atraen los machos más fuertes y –ojo al dato– los más infieles. ¿Por qué? Porque el mandato genético hace que los machos más atractivos sean los que procuran cubrir al mayor número de hembras posibles y extender así su estirpe. Total, que por muy sofisticados y superferolíticos que nos hayamos vuelto, por mucho avance de la humanidad en los terrenos de la ciencia o de la tecnología, resulta que lo que un sexo busca en el otro es lo mismo que buscaba hace millones de años: gorditas y machotes. Hay algunas excepciones a esta deprimente regla, pero sería muy largo explicarlas ahora; ya me ocuparé de ellas otro día. Mientras tanto, baste decir que hombres y mujeres somos parecidos en muchas cosas pero muy distintos en otras, que quien quiera evitar meter la pata en las relaciones personales, más que tontos manuales de autoayuda, debería leer a los antropólogos, Darwin o, más modestamente, Helen Fisher.


viernes, febrero 23, 2007

Club princesas


Dice el diccionario del término; princesa: femenino de príncipe como no, siempre acabamos remitiéndonos al hombre. Pues bien, dícese de príncipe: soberano de un país cualquiera; también término aplicado a persona grande o noble por su linaje o categoría, incluso define Cervantes que príncipe se puede aplicar a persona superior o más excelente en algo.
Pues bien, cualquiera de las definiciones anteriormente expuestas le sirve a nuestra querida Sony Crocket definir a cada una de nosotras, es por ello que quiso convocarnos hoy a cenar, no para celebrar su cumpleaños y homenajearse, sino la esencia de esta convocatoria era homenajearnos a nosotras ya que para ella, aplicando los términos del diccionario, somos princesas y por lo tanto somos y lo aplica en femenino: soberanas, grandes, nobles, superiores y excelentes.


lunes, febrero 19, 2007

¿Vas a pasar el día huyendo de ti mismo?


Hacía tiempo que no me encontraba con alguien que transmitiera ideas tan claras y las expresara tan sencilla y rotundamente. Mike George ha buceado en sí mismo y conoce la mente y el corazón humano. No promete felicidad a cambio de lecturas o un minuto de tu tiempo. Es radical y exigente, sabe qué precio se paga por vivir en paz y conquistarse a uno mismo. "El camino no está fuera, en un sistema de creencias, sino dentro. No es posible sentirse satisfecho si no se siente amor. No puedes amar si no estás en paz. Pero cuando el amor da, la energía fluye de dentro afuera, y soy yo el primero en sentirlo, y eso es poderoso y te da mucha fuerza; te libera".

- El mundo está en dos lugares. Usted está en dos lugares para mí.

- ¿. .?

- Está la imagen de usted en mi interior, y usted. Según percibo el mundo, lo creo y lo proyecto.

- ¿Por ejemplo?

- Yo puedo crearle a usted en mi interior con mucho resentimiento, y ése será el resentimiento que daré al mundo. El mundo está primero dentro de nosotros y después fuera. Ésta es la verdad que nunca cambia.

- Ahora sí lo entiendo.

- Pero la gente piensa que el mundo está sólo ahí fuera y no conoce su mundo interior, no crea su mundo interior; la tele y la publicidad, los otros, lo crean para ella.

- ¿Y cuál es el camino?

- El reconocimiento, ser consciente de quién eres, y para ello hay que ir hacia dentro. Porque a medida que me comprendo a mí mismo te comprendo a ti. Según entiendo lo que soy y cómo soy, entiendo a los demás. Según como me percibo a mí mismo, así percibo el mundo.

- Comparto lo que dice, pero no lo alcanzo.

- El puente entre la teoría y que suceda es la práctica diaria. El compromiso con uno mismo y la voluntad para soltar viejas formas de pensar y asumir nuevos retos. Me gusta meditar, estar en paz conmigo mismo, pero también me gusta ir al cine, recibir ese estímulo que me proporcionan las películas.

- Sí, ¿y?

- Si utilizo el mundo para estimularme, me hago dependiente de él. Ahora todos dependen de que se les estimule para no sentirse vacíos. Hay que acceder a los recursos internos. Pero incluso cuando accedo a la paz y la felicidad en mi interior no es suficiente.

- ¡¿Tampoco?!

- No, eso no dura, tengo que entregar la felicidad, utilizarla, regalársela a los que hay a mi alrededor; eso es lo que sustenta e incrementa nuestra fuerza personal. Pero para eso hay que revisar primero los hábitos.

- ¿Todos?

- Sí, el quiero, necesito, deseo. Hay que dejar de tener expectativas. Si alguien no cumple mis expectativas, está bien; si alguien llega media hora tarde, está bien. Ésta es la práctica y es diaria, por eso pocos lo consiguen.

- Puedes tener la actitud, pero no puedes controlar el dolor de estómago que te produce.

- Paciencia, práctica, perseverancia, perfeccionismo, éste es el camino. Pero es cierto que todo comienza con el dolor de estómago, por lo menos ésa es mi experiencia.

- Puedes intentar comportarte de la manera correcta pero seguir perdido.

- Se requiere que te conozcas a ti mismo, ésa es la necesidad más profunda. Y si estás practicando la meditación con seriedad, no puedes evitarte a ti mismo. Todos viven en un estado de huir y evitarse a sí mismos: estoy muy ocupado, tengo trabajo, tengo que limpiar, tengo que sacar al perro... Constantemente consciente de todo lo que debo hacer, excepto de mí mismo.

- Adictos a la acción.

- Cuando empiezas a escucharte te das cuenta de que reaccionar es debilidad (si me insultan, insulto). Es mejor responder desde dentro, y dentro de todos hay serenidad.

- Intentar y no lograr.

- Se debe a que el objetivo no está claro. Si yo le digo que su naturaleza es de paz y por tanto su objetivo es ser pacífico, para usted es simplemente una creencia. Tenga un poco de fe, confíe en sí misma, medite y experimentará esa paz, y cuando lo haga dejará de ser una creencia y se convertirá en una verdad. Objetivo, meta y método claro.

- Dice usted que estamos equivocados respecto al amor.

- Es un sentimiento lleno de mitos, le haré una lista rápida: creer que el amor viene de fuera. No, el amor surge de nuestro interior.

Creer que necesito que me den amor para experimentarlo.

- ¿No?

- No, para experimentar amor necesitas dar amor. Creer que el amor sucede cuando nos apegamos a algo. No, apegarse es lo que crea miedo a la pérdida, al dolor, y el miedo es lo opuesto al amor. Creer que el amor verdadero es exclusivo: no.

- ¿Un mito romántico?

- Sí, eso de que hay una persona en el mundo para mí nos mantiene perpetuamente buscando y perpetuamente decepcionados. El amor no es exclusivo sino inclusivo, el sol no dice voy a brillar para esta flor y para éstas no. Creer que el amor es preocupación, otro error que cometen sobre todo los padres.

- ¿También va a desmitificar esa relación?

- El adolescente se retrasa y la madre le dice: "Me preocupo porque te amo". Así los padres enseñan a sus hijos esa lección fatal: que preocuparse es amar. Pero preocuparse es miedo. En realidad nos estamos preocupando de cómo nos sentiremos nosotros si le pasa algo. Si me preocupo, creo miedo e irradio miedo en la relación, eso no les ayuda a fortalecerse. Tus hijos necesitan amor, no miedo.

- Es usted implacable.

- Creer que el amor hiere, que hay que sufrir para saber lo que es el amor. Mentira, ése es otro tabú enraizado en la filosofía cristiana. El verdadero amor no sufre; el amor no te hace llorar; eso es confundir amor y tristeza.

- Pues nos parece lo más normal.

- La paz es, el amor hace, y la felicidad recompensa. No puedes amar si no estás en paz, eso es lo primero. Cuando el amor fluye es lo más poderoso. Si te abres para dar, eres capaz de recibir. El hábito más profundo del ser humano es encerrarse, es el ¡mío!

- ¿Alguna otra carga de profundidad?

- ¿Vas a dedicar un rato para ti o vas a pasar el día huyendo de ti mismo?

lunes, febrero 12, 2007

Almohada


El relleno de una almohada puede ser de diversos materiales, incluida la pluma de aves desplumadas. Como suena: hay gente que duerme sobre los restos mortales de seres voladores. Hay que tener valor, desde luego para apoyar la cabeza en una almohada de pluma y dejar que la cabeza en cuestión planee a su aire por las regiones ondulantes de los sueños: en mi caso, lo mismo sueño, no sé, que soy un pato al que persigue el punto de mira de una escopeta, o que soy una mariposa aterrada de tener alas en la espalda.
Si mi almohada hablase os quedarías de piedra. La única ventaja de mis sueños es que los olvido casi a la vez que los concibo aunque es probable que mi almohada la que lleva acompañándome toda una vida lleve un registro de todos mis sueños ya sean amables o atroces. En el interior de mi almohada se han tejido laberintos minuciosos, con muros hechos con los despojos de la razón, y esto está ahí, ¿verdad?
Cuando duermo en un hotel, jamás logro descansar del todo, porque se me cuelan en la cabeza sueños confusos de los miles de viajeros que han usado la misma almohada que yo. A los sueños no les gusta que les dejes por la mitad, al saber de sobra que por ese flanco les viene su desprestigio histórico: ser el territorio natural de la inconsecuencia, a pesar del optimismo.

lunes, febrero 05, 2007

Condición humana


Es un hecho que las teorías pesimistas sobre la condición humana tienen mucho predicamento entre nosotras. Aquello de que el hombre es un lobo para el hombre, el viejo refrán “piensa mal y acertarás”, o cualquiera de los sombríos diagnósticos sobre nuestra especie encuentran eco inmediatamente por la simple razón de que son ciertos. El ser humano es egoísta, cruel con los débiles y servil con los poderosos y, en general, tanto en las sociedades avanzadas como en las primitivas, rige la ley del más fuerte.
Hasta hace poco, las teorías antropológicas y, más concretamente, el darwinismo parecían corroborar esta lóbrega idea. Sin embargo, ahora los nuevos darwinistas están tratando de dar una visión mas positiva del ser humano. El primer equívoco que ellos quieren desmontar es el que se ha creado alrededor del concepto “supervivencia del más fuerte”. La frase no refleja en absoluto la teoría de Darwin, puesto que él habló de supervivencia del más “apto” no del más fuerte. Ejemplos de su teoría los hay en todo el reino animal pero, para mencionar uno muy evidente, basta recordar que los dinosaurios, a pesar de ser los más fuertes, desaparecieron mientras sobrevivían otras especias mas débiles. No obstante, aunque los darwinistas hablaron siempre de aptitud, lo cierto es que durante años ha prevalecido la premisa de que el criterio de selección era más genético que moral, hasta el punto que se acabó dando por buena la idea de que en esta vida cada uno tiene lo que se merece. No fue hasta hace muy pocos años cuando los llamados darwinistas sociales empezaron con otra hipótesis evolucionista más positiva. Para ello se apoyaron en el hecho evidente de que el hombre es sin duda un lobo para el hombre pero, a la vez, es capaz de sentir compasión, lástima, deseos de ayudar y, además, colaborar con otros individuos de su especie. Y es precisamente el término colaboración unido al término confianza lo que marca la diferencia entre la Antigua y la nueva teoría porque, según ésta, tanto una cosa como la otra han jugado un papel decisivo en la evolución de la especie humana solo el hombre es capaz de “confiar”. En el reino animal, salvo dos excepciones, no existe colaboración fuera de la familia. Lo que llamamos confianza, es decir, ponerse en manos de un extraño, es una característica eminentemente humana y cuanta más confianza se deposita en un extraño, más se progresa. En otras palabras, los animales rarísima vez salen de una estructura de parentesco el hombre en cambio de hace, y por eso surgieron las tribus, luego los pueblos y más tarde las civilizaciones.
Muchas teorías filosóficas, y en especial las orientales, habían señalado hace siglos la llamada dualidad que explica tanto lo bueno como lo mala que hay en nosotros, pero el hecho de que ahora sea la ciencia la que corrobore la teoría de la “confianza” me parece importante. Me gusta mucho imaginar cómo Dickens, al leer esto tal vez hubiera recordado esa profecía en apariencia tan improbable de que “un día el lobo y el cordero pacerán juntos sobre la tierra”.