

La música es sin duda una de las artes que más influye en el ánimo. Más allá de deleitar –o enfurecer- al oído posee una misteriosa capacidad para inocularse en el cuerpo y producir emociones. Es misteriosa su conexión con el recuerdo que, como la teoría de los vasos comunicantes, despierta un rincón en penumbra de la memoria que a su vez va alumbrando otros fragmentos del pasado. No solo te acerca un nombre, un beso o una despedida, sino que te trae, como una cinta rebobinada, aquella persona que fuiste el día en que sentías como aquella canción te ayudaba a explicar quién eras. Hay canciones que nos acompañan a lo largo de muchos años. Y no sabemos si el mérito se debe a nosotros o a nuestra fidelidad que nos ampara a ellas. El primer disco que me regalaron fue el de Nikka Costa. Me recreaba en “Out here on my own”, en aquella voz tan dulce. A día de hoy esta canción me sigue levantando de la silla, transportándome a aquel comedor de mi infancia en que mi hermana y yo con apenas 10 añitos tatareábamos y bailábamos sin parar. Fue el primer aviso de que la inocencia se acababa perdiendo, pero también la certidumbre de que la música es un refugio poderoso.
Ahora, desde la salida del iPod con el mismo ardor del fetichismo musical de mi juventud, me obligo a seleccionar entre columnas de Cd mis canciones preferidas entraron las de Everything but the girl, The Arcade Fire, Muse, Placebo, Gothan Project, Fangoria, Aimee Man, Fiona Apple, Police, Los Planetas, Pastora, Julieta Venegas, Arctic Monkeys, U2, Cold Play, The Cure, INXS, Red Hot Chilli Peppers, Bjork, Seal, varios Soundtrakcs, The Scissor Sisters, The Postal Service … y un sin fin. Lo curioso fue que me entró hambre de repasar mi biografía musical. Allí reposaban canciones que cuando las escuchaba en algún lugar, de forma fortuita sentía los tremendos deseos de llevarlos cerca, porqué en ellas había escrito algo de mí, o me producían emociones agradables que insuflaban oxígeno a mi ánimo.
Seguro que vosotros guardáis también recuerdos similares con alguna canción.
La sociedad se ha vuelto cada vez más laica (y yo me incluyo), ciertas actitudes que antes relacionábamos con los fariseos, con los hipócritas, están aquí en todo su esplendor pero nos cuesta más identificar a sus representantes, porque estos ya no se dan golpes de pecho frente los altares ni van por ahí mesándose la barba mientras farfullan salmodias. Los nuevos fariseos son muy distintos de los antiguos. Para empezar, la mayoría de ellos no invoca a Dios para nada. Son guay y supercool y a todo el mundo le parecen seres maravillosos, un verdadero dechado de virtudes. En estas sociedades nuestras en el que se dice que una imagen vale más que mil palabras, hay quien cree que ya está haciendo una buena acción con ir por ahí repitiendo mucho la palabra solidaridad o asistiendo a la proyección de películas o simplemente leyendo artículos periodísticos llenos de buenos sentimientos sobre cualquier lacra de la sociedad –sea ésta los malos tratos, la inmigración o la ablación del clítoris. Algunos espabilados han visto rápidamente las posibilidades de dicha confusión en el aprecio de la opinión pública y se han volcado en producir, por ejemplo, exposiciones en las que se le pide a diez o doce famosas que posen fingiendo ser mujeres maltratadas para “sensibilizar” al público sobre el problema (y de paso salir ellos en todos los medios de comunicación urbe et orbi pero, eso sí, todo en plan supermegasolidario). Otro truco supersolidario es que una famosa viaje en primera con toda una corte de fotógrafos a la escena de una catástrofe natural o sitio depauperado del planeta para retratarse, monísima, vestida de Coronel Tapioca dando la papilla a los niños pobres del lugar. Pero para mí la reina de la solidaridad de escaparate, la emperatriz del “me cachis, qué buena soy” es sin duda Angelina Jolie. Su última y sensacional actuación ha sido trasladarse con todo su equipo médico-ginecológico desde Los Ángeles a lo más profundo de Namibia para que allí viera la luz por primera vez su hijita, a la que han llamado Shilo Nouvel, que quiere decir “La pacificadora”. También para que se sepa lo superbuenos que son ella y su Brad Pitt, se informa al personal que han decidido donar lo que saquen por la exclusiva de las fotos de La pacificadora, para entidades benéficas. Por tan noble acción la revista favorecida con la solidaria exclusiva destaca en grandes titulares y hoja aparte su agradecimiento y admiración más rendida a la pareja. Es una pena que ya nadie lea la Biblia y no solo por la pérdida espiritual que supone sino también por la pérdida de perspectiva respecto de otros valores no relacionados con la religión sino simplemente con lo que está bien y lo que está mal. “Cuando quieras ayudar a otros, no toques la trompeta delante de ti [...] que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha”, se dice en Mateo 6.1. Pero imagino que Angelina andará demasiado atareada estudiando nuevos y sesudos guiones de Laura Croft como para leer a San Mateo. A lo más que le dará tiempo será a hojear Mafalda y a estar de acuerdo con Susanita: “Cuando yo sea grande” dice Susanita “me voy a dedicar a organizar banquetes benéficos con pavo, pollo y lechón para poder comprarle a los pobres harina, sémola, fideos y esas porquerías que ellos comen”. Un olé por todas las Susanitas Jolie de este mundo. Como no tienen barba que mesar no se les nota nada, nada su coté farisaico. Será por eso ¿no?.