Una mañana abres los ojos sin saber si tus párpados te pertenecen. No apagaste la luz la noche antes y has dormido encima de un libro de una autora japonesa, triste hasta decir basta, que te ha dejado marcas en la cara. La ducha no te despierta. Queda café justo para una miserable taza aguada. Tus neuronas se burlan de la taza aguada. La calle. La calle espera tras la puerta y tienes dos minutos de ángel exterminador, no quieres salir, no puedes salir. Sales.
Bar. Un cortado cargadito. Alejandro Sanz a toda hostia. Discusión entre los camareros sobre quién atiende la barra, quién la mesa. Gritos, reproches, alusiones a pasadas afrentas, a tursos sin cumplir, mal reparto de propinas. Se olvidan de tu bocadillo de queso. Hambre, aire acondicionado gélido dándote en el cogote. Señora inmensa con carrito de la compra jugando con desesperación a la máquina tragaperras. Dejas el euro en la barra y robas el periódico. Tu absurda venganza por lo del bocadillo. Y por lo de Alejandro Sanz.
Paras el primer taxi que pasa. El olor a faria te golpea nada mas abrir la puerta. Y radio tele-taxi. Tienes que repetir tres veces adónde vas, pero al de la faria no se le ocurre bajar la radio. Sanitarios tirados de precio. Jamones envasados al vacío. Liquidación en fábrica de sofás. Vuelve la Pantoja. Mas sanitarios baratos. Un chiste de Arévalo que le hace mucha gracia al de la emisora. Abres el periódico al desgaire. Salmonela en los bocadillos de una fiesta popular. Un menor pasa a disposición judicial acusado de cómplice en la muerte de una disminuida psíquica de 23 años a la que encontraron en una cuneta. Habían abusado de ella y después, la habían quemado. Viva. Despiertas, por fin. Te despierta todo el dolor del mundo en ocho líneas contadas. Le dices al de la faria que has cambiado de idea, que te devuelva dónde te encontró, que vuelves a tu casa, a tu cama arrugada, al libro triste de la japonesa. Pero está fascinado, escuchando a Perlita de Huelva y no te escucha.
Bar. Un cortado cargadito. Alejandro Sanz a toda hostia. Discusión entre los camareros sobre quién atiende la barra, quién la mesa. Gritos, reproches, alusiones a pasadas afrentas, a tursos sin cumplir, mal reparto de propinas. Se olvidan de tu bocadillo de queso. Hambre, aire acondicionado gélido dándote en el cogote. Señora inmensa con carrito de la compra jugando con desesperación a la máquina tragaperras. Dejas el euro en la barra y robas el periódico. Tu absurda venganza por lo del bocadillo. Y por lo de Alejandro Sanz.
Paras el primer taxi que pasa. El olor a faria te golpea nada mas abrir la puerta. Y radio tele-taxi. Tienes que repetir tres veces adónde vas, pero al de la faria no se le ocurre bajar la radio. Sanitarios tirados de precio. Jamones envasados al vacío. Liquidación en fábrica de sofás. Vuelve la Pantoja. Mas sanitarios baratos. Un chiste de Arévalo que le hace mucha gracia al de la emisora. Abres el periódico al desgaire. Salmonela en los bocadillos de una fiesta popular. Un menor pasa a disposición judicial acusado de cómplice en la muerte de una disminuida psíquica de 23 años a la que encontraron en una cuneta. Habían abusado de ella y después, la habían quemado. Viva. Despiertas, por fin. Te despierta todo el dolor del mundo en ocho líneas contadas. Le dices al de la faria que has cambiado de idea, que te devuelva dónde te encontró, que vuelves a tu casa, a tu cama arrugada, al libro triste de la japonesa. Pero está fascinado, escuchando a Perlita de Huelva y no te escucha.
8 comentarios:
HOLA CARMEN:
REAL COMO LA VIDA MISMA
HAY DIAS QUE VOLVERIAS A LA CAMA.Y DIRIAS AQUELLO DE (ADIOS MUNDO CRUEL)
Felicidades, me ha encantado.
Yo tengo tantos momentos ángel exterminador...
Estoy totalmente deacuerdo, a muchos se nos ha pasado por la cabeza alguna que otra vez la tipica frase de "¿Para qué me levantaria yo hoy de la cama?"
No me extraña, Perlita de Huelva es mucha Perlita.
Muy buen post.
A veces el del taxi somos nosotros mismos, empeñados en escuchar a Perlita de Huelva, en lugar de nuestra voz interior que nos dice: ¡A casa!
Precaución, amigo conductor
la senda es peligrosa,
y te espera tu madre
o tu esposa.
Besos!
Yo es que le tengo una manía a los taxis...
Hoy he podido acceder a comentarte...
El cansancio nos puede, aunque a veces ese cansancio lo provocamos nosotros mismos... pero cuando pasan esos momentos y hemos conseguido lo que nos hemos propuesto.... joooo, que bien nos sentimos (aunque continúe el cansancio). Un beso, preciosa.
Qué bueno, tía!!
Uff, lo he leído en plan frenesí, de carrerilla. Genial!!!
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