martes, noviembre 28, 2006

Dulces sueños


De adolescente cada noche antes de acostarme hacía un examen de conciencia. Alargaba el tiempo todo lo que podía hasta llegar ese momento. Primero me ponía la radio, escuchaba uno de esos programas de canciones solicitadas por carta, luego leía cuatro páginas de ese libro que guardaba en mi mesita de noche, o miraba alguna foto que en aquel tiempo guardaba bajo llave. Pero al apagar la luz, quieta bajo las sábanas, el murmullo de algún coche que se oía a lo lejos me invitaba a pensar en todas las vidas que iban en su interior. Hasta que ya no tenía excusa para el examen de conciencia, a veces me lo ventilaba en un santiamén, y otras lo alargaba para deleitarme o estirarme de los pelos. Con la edad, vas cambiando los hábitos, a mi nunca me ha gustado la leche con colacao, así es que sigo sin tomarme un vaso, ni tampoco me gustan las infusiones pero ya no necesito la luz del pasillo encendida. He aprendido a ser más indulgente conmigo misma, no pesan tanto las magníficas respuestas a impertinentes preguntas que se me ocurren, eso sí, tres horas más tarde. Entonces ignoraba que en la vida no hay ensayos previos, pero tampoco sabía que puedes darte varias oportunidades, y que es un excelente síntoma que a un día le suceda otro.
El acto de acostarse forma parte del escenario más íntimo de las personas. Es el momento de máximo recogimiento, cuando algo termina sin saber muy bien qué empieza, pero hay que apagar el día y prepararse para el sueño. Es un cortar la conciencia y entrar en ese misterioso viaje, con un lado abisal, el otro reparador, para activar la fábrica de los sueños, ese territorio que resulta de los más atractivos para la ciencia divulgativa y que tan bien cuenta Eduard Punset o los artículos de las revista “Muy Interesante”. Pero el cansancio suele ser el mal compañero de las visualizaciones, y más cuando la crónica del día empuja para emerger, propagando los problemas con ventilador. Yo últimamente no hago más que pensar en que masco chicle y se me queda enganchado en las muelas, algún significado tendrá ¿no? Lo mejor sería que inventaran un microchip para ponerle banda sonora a nuestros sueños.


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4 comentarios:

Androide Paranoide dijo...

¿La hora a la que escribo esto te dice algo? ;)
Nas noches.
P.S.: También es casualidad que esta entrada sea lo último que he leido antes de irme a la cama.

Luisru dijo...

Yo creo que, últimamente al menos, antes de acostarme siempre pienso en el día siguiente. Tampoco sé qué quiere decir. De adolescente yo también escuchaba la radio por la noche, pero creo que ahora ya no lo hacemos casi nadie porque los programas que ponen ahora son una mierda. !Donde quedó 'Plasticos y decibelios'!

Art_Alegoría dijo...

Muchas noches no sé quién me abraza.

O si me abrazo yo inconscientemente a los sueños.


En la antesala de una dualidad misteriosa.





***




Denotas una -quizá- dormida profundísima sensibilidad.


Un atento y cordial saludo,


Art_Alegoría

Anónimo dijo...

Sin duda los hábitos antes de caer dormido evolucionan con la edad, o más bien diría se revolucionan.
Pasamos de las "noticias de la 2" al barrio sésamo, en la mesita de noche destaca el Dr Estivill en lugar de Grisham, nos dormimos abrazados al Winnie the Pooh en lugar de tu pareja, nuestros post-it notes donde anotamos ideas o citas de última hora son reemplazados por una libreta de Mickey o Jordi Lavanda, según el caso...Pero bueno, al final también nos dormimos...
hl gp