martes, diciembre 19, 2006

Efecto Panayotis



Osojoso
me ha hecho recordar con el PD de su comment "Hace años que un amigo me habló vagamente del efecto Panayotis. Por desgracia, no pudo encontrar el artículo y me quedé con las ganas de leerlo. Desde entonces, he intentado encontrarlo, aunque sin éxito. El único resultado que arrojó Google guiaba a un comentario tuyo en el blog de Mila, es así como, siguiendo el rastro de miguitas, he llegado hasta aquí...", un artículo que Carmen Posadas publicó en el Magazine de La Vanguardia. Pues como me parece interesante, sobre todo para que lo tengas en cuenta tu Mila, he decidido publicarlo, aplicaos el cuento si toca, claro.

Espero fervientemente que esta embarazosa revelación que voy a hacer sobre mi vida sentimental ayude a algún amante desdichado que en este momento se encuentre desolado por un fracaso amoroso. En algunas ocasiones he escrito que es mucha la gente que confunde el amor con el amor propio y que, ante el abandono del ser amado, se desespera, no tanto por haber perdido a esa persona sino por haber fracasado. Sobre este punto, déjenme que les cuente lo que me ocurrió el pasado verano y que me ha ayudado mucho a discernir entre estos dos amores que tanto se parecen y que en realidad son casi contradictorios.
Durante unos días que pasé en Grecia, era sistemáticamente perseguida por un hombre de nombre Panayotis, pequeño de estatura, recio y gañán de aspecto, que según él, había sido fulminado por un rayo de amor irresistible desde el momento en que me vio. Yo me había escapado a esa isla sola (ya saben cuanto me gustan esas escapadas). Precisamente para no ver a nadie y así se lo dije a Panayotis. Pero él insistía, me traía flores, venía a buscarme todas las mañanas como si nada. No era un pesado, de modo que charlábamos un rato, yo le reiteraba mi necesidad de estar sola y luego se marchaba. Todo muy bien.
Pero ocurrió que un día recibí de Madrid una llamada telefónica con una magnífica noticia profesional, y en el momento en que me informaban de que dos grandes editoriales americanas habían hecho importantes ofertas por mis libros (amén de otra noticia aún mejor que me callo por una superstición), aparece en el horizonte mi amigo Panayotis. Recuerden que estaba sola en la isla. Recuerden que a uno cuando le pasa algo realmente bueno necesita compartirlo. Pues bien: en mi entusiasmo y ante la sorpresa de Panayotis, al que no le expliqué la razón de tanta alegría, le planté un beso en la mejilla y le dije: “Esta noche te invito a cenar”. Aquí viene lo insólito de la situación. Este personaje un tanto rústico, al que yo nunca había dado ni bola, se me queda mirando, sonríe en forma de disculpa y ante mi estupor dice: “Bueno… no sé, tengo mucho trabajo, te llamaré luego y te lo confirmo”, y como para suavizar la cosa añade: “Te prometo que haré lo posible”.
La historia acaba así: ahí me tienen, vestida de punta en blanco y esperando a un Panayotis que llamó cinco minutos antes de la cita para plantarme como una lechuga, eso si con muchas palabras bonitas. Desde ese momento me encontré pensando en aquel tipo. Soñaba con Panayotis. Cada moto que pasaba, cada llamada de teléfono creía que era él. Cuando me lo encontraba me temblaba un poco la voz… en suma, un absurdo de tal calibre que tuve que tomarme un gintónic para digerirlo: estaba actuando como una novia abandonada de un tipo que nunca me interesó.
Fueron muchas las cosas que aprendí en Grecia, pero la más importante (ya me ha servido en otras situaciones con componentes – realmente- afectivos) es que el amor propio magullado se parece tanto al amor que a veces es imposible diferenciarlos. Sirva mi tonto “fracaso” veraniego como grotesco ejemplo. Piénselo, quizá se lleve una agradable sorpresa: “Él/ella no merecía la pena y el que llora no es usted sino su ego herido.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Carmen me ha encantado ... es tan cierto que el amor propio magullado se parece tanto al amor que a veces es imposible diferenciarlos. Si realmente es cierto. Le pasaré esta información a más de un alma en pena, que la necesita como el agua.
Gracias
Laura

Anónimo dijo...

joder...anda k no ni na...pero ahora...komo lo podemos diferenciar?????

osojoso dijo...

GRACIAS!!!!!!!!!!!!!!!!!!

No sabes que ilusión me ha hecho!

Además, le has hecho un bien a la humanidad... Porque, en adelante, "El efecto Panayotis" estará disponible en la red para todo aquel que quiera encontrarlo. Cosa imposible hasta ayer, o por lo menos desde hace 3 años a esta parte...

Por cierto, este domingo tomo el avión hacia BCN para pasar las fiestas en casa.

Te apetece algo de Cádiz?

Un abrazo, y reiteradas gracias!

Luisru dijo...

Es que, por mucho que lo neguemos, necesitamos ser el centro de atención de vez en cuando (o constantemente). Los blogs, a ver que son sino una incontrolable explosión de nuestro ego.

Anónimo dijo...

Me ha encantado la historia. Muy ilustrativa. Pero yo la veo desde otro punto de vista. Imagino al tal Panayotis, felizmente casado y con cuatro hijos, encaprichado de la extranjera, con la que sabe que no tiene ninguna posibilidad, pero le apetece jugar al juego de la seducción, y de repente, ¡zas! le dicen que sí; y a él en segundos le pasan por la cabeza su mujer, sus cuatro hijos, y la seguridad de que en una isla tan pequeña al día siguiente lo va a saber todo el pueblo, jajaja

Feliz Navidad, Carmen

Anónimo dijo...

Realmente somos curiosos, y ....un tanto patéticos...pero en el fondo somos encantadores, jejeje.
Un beso, preciosa, que la alegría inunde tu corazón y la felicidad se convierta en tu compañera de viaje.
Un beso, guapa.
Felices Fiestas.

Anónimo dijo...

me da que Panayotis en Grecia es como García en España, Maier en Alemania o Rossi en Italia, es decir, uno de esos apellidos que suelen copar la mayoría de los "check-in" en hoteles de citas.
Nuestro Panayotis me suena al nombre de guerra de un gigoló de verano con un punto de chulería

Bueno, profundizando algo más, solo un poquito más, este artículo de Carmen Posadas bien lo podría haber firmado Eric Fromm... fracasamos en el amor cuando nuestro objetivo es ser amado y no amar. Sentirnos amados alimenta el ego , pero amar implica exactamente lo opuesto, desplazar el ego y centrarnos en la persona amada.... ufffff que trascendental!!

hl gp

mila dijo...

Gracias, Carmen.
ERes la mejor psicoanalista que he tenido.
Muchas gracias, en serio, porque la historia de la otra Carmen ha dado en el clavo.
Puto orgullo herido.
Un beso enorme