miércoles, mayo 03, 2006

La inseguridad


No creo que se conozca un gen, ni una exacta ubicación en los hemisferios del cerebro. Tampoco es patrimonio de un sexo, una cultura o una edad, a pesar de que las mujeres de cualquier cultura y edad tengan menos inconveniente en reconocerlas.
A veces aparece como un nervio en forma de serpiente, que recorre las vísceras para hacerse notar dentro de una boca aterrorizada, con el vértigo de una montaña rusa. Otras, en cambio se viste cinco veces antes de salir de casa y mientras baja por el ascensor, comprueba otras cinco si lleva las llaves, se arrepiente de no haber congelado los filetes, duda que si el colegio de sus hijos sea el colegio que un día soñó, y siente que, en lugar de pisar suelo firme, anda por la vida como un astronauta.
Pero lo peor de todo es que la inseguridad, esa bestia negra de nuestra sociedad moderna y psicoanalizada, no existe en sí misma, sino que la inventamos a demanda y le permitimos que mueva emociones.
La mayoría de las mujeres que me han confesado sentirse inseguras no tenían enemigos, ni deudas, ni preocupantes adversidades que las limitaran. Eso sí, se exigen mucho. Y no tanto por demostrar sus capacidades hacía el público, sino hacia sí mismas.
Si a las costumbres burguesas le sumamos una dosis de glamour, tecnología y un master en inteligencia emocional, el resultado será una mujer con el bolso ordenado.
Yo tampoco conozco demasiadas. Se ven aparentemente tan seguras que no puedo dejar de observarlas cuando van de compras solas, nadie mejor que ellas para decidir sin que interfieran las amigas. No dudan. Saben lo que quieren y no están perseguidas por el maldito remordimiento.
Claro que las mujeres deberíamos sentirnos menos inseguras a pesar de las exigencias que nos han caído encima, y la camaradería que ejercemos a menudo para elogiar unos zapatos o un proyecto es una aliada que no tiene precio.
Pero más allá de lo moral, a veces es bueno recordar algo tan simple como que no hay un día igual a otro.
La inseguridad no se esfumará, pero, además de no tenerla, es recomendable hacerse amiga de ella, porque nada en el mundo nos debería frenar en el hermoso viaje de la libertad personal.
(A ver si me lo creo)

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Llamamiento al pueblo: ¿Tan inseguras/os os sentís que no os atreveis a responder a esta oda sobre la libertad personal?

Carmen dijo...

Eso, eso, no creo que tenga que ser yo la que lo haga, yo os he invitado a la reflexión!

Anónimo dijo...

Ay chatina, no se atreve naide. Que conste que yo ya te respondí!

Anónimo dijo...

Ay chatina, no se atreve naide. Que conste que yo ya te respondí!