miércoles, junio 07, 2006

Las afinidades


La gente, más allá de la raza, el sexo o la ideología, se divide entre los que duermen con las persianas echadas porque les desagrada que se filtre la luz y los que prefieren hacerlo con todo tipo de puertas y porticones abiertos. Parece una tontería, pero no lo es. La gente también se divide entre los que llegan, mansamente, con dos horas de antelación al aeropuerto y los que llegan con la adrenalina en el pecho, para coger un avión. Hay más diferencias existenciales: en las ciudades habita un tipo de personas que se acuesta a las diez y se despierta antes de que amanezca, pero también están los que sienten la noche como una especie de túnel del tiempo y nunca se irían a dormir. Algunos seres humanos duermen abrazando una almohada, mientras que otros roncan y pegan patadas. También existe una clase de gente que en los restaurantes suele cambiar el plato que acaba de encargar dos minutos antes; forman un grupo quienes nunca consiguen terminar una libreta, a diferencia de los que apuran hasta la última línea. Gente que siempre lleva chicles y gente que siempre pregunta: ¿tienes un chicle? Cuando se encuentran dos personas que pertenecen a los que congelan el pan cortado, o de los que se comen los yogures caducados, suele producirse un sentimiento gozoso y plácido, parece más fácil que puedan entenderse o, al menos, hablar de su peculiaridad con todo lujo de detalles, asombradas por coincidir en esos pequeños hábitos que no sabemos bien si nos escogen o si los escogemos.
En general, pensamos que la vida es tan importante, que sólo podemos hablar de cosas importantes, y no, por ejemplo, de si al despertarte te levantas descalza o te pones unas zapatillas; a nadie le puedes preguntar, si no viene al caso, si eres de los que siempre escucha al fondo el goteo de un grifo mal cerrado. Pero descubrir coincidencias y diferencias en la colección de pequeños gestos que nos habita cada día, se me antoja como un sabor parecido al pan caliente, recién salido del horno, además de un ejercicio que te ayuda a comprender cómo, en el fondo, todos nos parecemos bastante aunque las manías sean diferentes. En «Las afinidades electivas» de Goethe, se subraya cómo las cualidades más opuestas hacen posible una unión más íntima, y el autor lo plantea a partir de experimentos químicos del siglo XVIII que utiliza como metáfora para describir los sentimientos de los cuatro protagonistas, quienes concentran el espíritu romántico de la época. A veces pensamos que nunca podríamos hacer migas con alguien a quien le guste el brócoli, y ya ves...

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Carmen;
cada dia tus comentarios, o reflexiones como queramos llamarlos
se hacen mas amenos e interesantes

Carmen dijo...

Gracias Juana, me animas a seguir escribiendo!

Anónimo dijo...

M'ha encantat, escrius molt bé!!
Jo sóc de les que els hi agrada que les persianes estiguin baixades...

Anónimo dijo...

estoy flipando yo tambien con tus escritos.porque no escribes un libro??
hablando de afinidades,tu y yo tenemos muchas!!me alegro de ser tu amiga!!

Anónimo dijo...

Entiendo que estas diferenciaciones aunque importantes, no son las fundamentales, donde está la humanidad, el saber vivir en sociedad pensando en hacer feliz a la persona de turno, a tu vera, compañeo de trabajo, pareja, familia o simplemente el conductor del coche de al lado que despistado acaba de infringir.....
Hay que saber convivir y perdonar, entiendo mucho mas importante que dormir con la persiana arriba o abajo. Un beso del patapalo

Anónimo dijo...

Tienes razón, no somos ni tan iguales ni tan distintos, la belleza de la diversidad.
Me gusta la reflexión.
Un beso, guapa.

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.